lunes, 18 de enero de 2016

QUERIDO AMIGO “NO MACHISTA” QUE MANEJAS DISCURSOS POSTMACHISTAS, ESCUCHA.



Pues no, hombrecillo (u hombretón), tú no deberías tildarme de “exagerada” o “extremista” por nombrar y señalar los machismos cotidianos que me afectan, no deberías hacerlo si además eso va precedido de la frase “Yo no soy machista” (seguida de la conjunción “pero”). No deberías porque eso denota muchas cosas: falta de empatía, falta de comprensión, falta de conciencia, falta de escucha, falta de acompañamiento de mi cotidianidad y de mis luchas.

No deberías catalogar de “paranoia” mi prevención cuando voy por la calle y el enemigo potencial es un hombre, porque –insistiré una vez más, aunque esto ya deberías saberlo- no es que todos los hombres seáis agresores, es que todos nuestros agresores son hombres. Es así aunque te joda: nunca me abusó sexualmente otra mujer, no me golpeó otra mujer, no temí por mi seguridad a las 4 de la mañana volviendo sola a casa por el potencial ataque de otra mujer. Las mujeres no vamos agrediendo con nocturnidad y alevosía a otras mujeres, ni a los hombres. Al revés, sí. (y no me salgas con casos individuales y excepcionales: hazte un favor y no caigas en el ridículo con falacias insostenibles).

No deberías, si te consideras a ti mismo no machista y compañero de las mujeres, calificar mis actitudes y apreciaciones al respecto, y mucho menos ridiculizarlas o menospreciarlas, porque tú no sufres mis opresiones, y cuando haces comentarios capciosos al respecto, disfrazados de bromitas, me estás agrediendo. Y luego me llamas paranoica cuando te lo señalo. Es muy cansado, amigo, y no facilita nuestra relación. Piénsalo un rato, anda.

Cuando dices “no me gustan las feministas radicales porque son tan extremistas como los machistas”, cuando me llamas "feminazi" o "hembrista", aunque sea entre bromitas, estás manejando un discurso postmachista, aunque no te des cuenta, y estás desacreditándote como hombre feminista. Y si ni siquiera te calificas como feminista, pero sí “no machista”, es que además no has comprendido nada. No pasa nada por no comprender, siempre se puede empezar a aprender lo que no se sabía, pero instalarse en la ignorancia voluntaria sí es éticamente reprobable, sobre todo cuando se está siendo ofensivo. De los errores se aprende cuando hay voluntad de enmienda. 




Escucha un poco, con los oídos y la conciencia, en lugar de revolverte como gato panza arriba sintiéndote personalmente interpelado cuando se te explica la razón de ser de nuestros argumentos, cuando desmontamos los tuyos: no existe un "feminismo bueno" y un "feminismo malo", existe comprensión o no de lo que es el feminismo radical, que es el que va a la raíz de las opresiones. No entres en el "así sí/así no", se te escucha demasiado paternalista y rancio. Y tú eres más listo y capaz que eso.



No recurras al pseudo humor capcioso, porque con eso solo disfrazas una misoginia interiorizada de la que te niegas a desprenderte. Ya sé que escuece, pero es así. Muchos otros hombres que pasaron por tu proceso te lo pueden contar, es posible que a ellos sí les escuches (porque quien tiene misoginia interiorizada aun da más peso a los argumentos de su propio género que a los nuestros, pero no pasa nada si lo intentas y te das cuenta más pronto que tarde: es liberador desprenderse de esos tics micromachistas que también te oprimen a ti).

No deberías desestimar mis argumentos, basados en montones de lecturas sobre teoría feminista y en mi propia experiencia de mujer, porque te olvidas de que tú eres parte del género opresor, y no, tú no lo escogiste, te vino de nacimiento, pero cuando no renuncias a tus privilegios de género sí escoges voluntariamente mantenerte en ellos. Yo tampoco escogí ser blanca y europea, pero sí escojo desprenderme de mis privilegios de blanca europea, o de ponerlos al servicio de lxs no blancxs europexs cuando defiendo sus derechos, y no cuestiono sus malestares.

Vamos a dejar de lado por un momento el género y hablemos como colegas, querido amigo que manejas discursos postmachistas. Dime si cuando un amigo se queja de dolor de muelas te cachondeas de su dolor y lo ninguneas. Dime si cuando a ti te duele la espalda, te agrada que tu amigo entre a valorar si tu dolor es real o exagerado, si s¡tu análisis de la situación ("anoche dormí hecho un higo en el sofá y ahora tengo las lumbares en pepitoria") es acertado o no. Si bromeas cuando siente dolor porque menosprecias su malestar ("¡anda exagerao! ¡que eres un blandengue!") estás siendo un capullo; si tu amigo además de cachondearse de ti  y ningunear tu dolor, lo hace también con todo aquel que se le cruza aquejado de dolor de espalda, él que tiene una columna vertebral más sana que una manzana, y define tu escala del dolor según su propia experiencia ("el dolor de cervicales, vale, pero de lumbares no te quejes que eso es super extremista") está demostrando arrogancia y poca empatía. Si se lo dices e insiste, está además siendo un capullo.

Qué cosa más tonta de ejemplo, ¿verdad? Pues así de tonto suenas tú cuando haces lo mismo en tu reacción contra la visibilización de las opresiones de género. Tú no deberías evaluar qué es o no es exagerado, porque no te oprime a ti, hombretón. Y si eres amigo y compañero lo suyo sería que cuidases de mi dolor de género como yo lo hago con tu dolor lumbar: sin juzgarlo. Y si te lo digo es porque aún confío en que podemos mejorar nuestra relación, como tú me lo dirías si yo no cuidase de ti cuando manifiestas tus dolores, querido amigo neomachista de espalda frágil y bromas capciosas. Desde el cariño (y la hartura) te lo digo: cuando desestimas y menosprecias mi dolor, me haces daño.

Por supuesto, puedes seguir sin interesarte por el feminismo y nuestros argumentos, puedes seguir usando bromitas insidiosas, puedes seguir enjuiciando mis actitudes y ninguneando mi sentir, puedes hacer todo eso (como poder, puedes, y de hecho lo estás haciendo) pero entonces, hombretón (u hombrecillo), no te definas como no machista, porque con todo eso invalidas tu afirmación, porque las afirmaciones son huecas sino no se acompañan de hechos. Puedes elegir dónde y desde dónde te posicionas, desde el machismo light del que no quiere ver y solo se enuncia, o desde el lugar de verdadero compañero que comprende y acompaña, estás en ese punto en el que todavía tienes remedio, yo te esperaré un rato (pero los ratos no son eternos) mientras das el paso, porque nadie nació sabiendo, pero solo se sabe cuando hay voluntad de saber. 





viernes, 15 de enero de 2016

KOLONTAI, WYOMING, Y LA TATIANA DE GORKI (Machiruladas noveladas y televisadas).

En La Mujer Nueva, (1918) Alejandra Kolontai  escribió sobre las nuevas heroínas de la literatura de su tiempo, comparándolas con las antiguas heroínas caracterizadas sobre todo por vivir para el amor como el fin primero y último de sus vidas, un amor del cual dependen su propia estima (siempre supeditada al varón que las escogió), su identidad y su propia subsistencia.  Estas nuevas heroínas que describe Kolontai, aun siendo muy distintas unas de otras, comparten rasgos comunes, entre ellos el hastío que les produce sentirse tratadas como parte del todo amorfo en el que se engloba a “La Mujer”,  sin individualidad propia. Un ente amorfo que además responde tan solo a dos expectativas masculinas: satisfacer su ego, satisfacer su apetito sexual.




Anoche en El Intermedio, el Wyoming volvió a aburrirme con uno de sus chascarrillos habituales. Entiendo que el personaje que representa es esa parodia del tío patético y “viejo verde”, suponemos que en plan satírico y gracioso, pero a mí me parece que además responde a una falta de imaginación por parte de sus guionistas, que recurren a topicazos como ese, como podrían hacerlo al caca culo pedo pis. La situación fue la siguiente: Wyoming alaba a Thais Villa su labor como periodista, elogia su última entrevista y le augura un prometedor futuro profesional. Y todos sabemos que no quedará ahí la cosa, porque es imposible que este hombre reconozca a su colaboradora en tanto a lo que es, periodista y profesional. El diálogo que sigue lo confirma:

     - Vaya, veo que uno de tus propósitos de año nuevo es ser un jefe más              motivador.
     - En realidad quería acostarme contigo, pero veo que no funciona.

Y el público, jajajaja, se ríe.

Se supone que El Intermedio es un programa progresista  que “mete caña” a los políticos, en especial a los de derechas, y se supone que es gracioso pero son incapaces, desde su progresía de gañán con palillo en la boca, de ver lo ofensivo que esto resulta. No sé qué tal lo llevan Sandra Sabanés y Thais Villa aguantando esta sarta de gilipolleces día tras día, pero a mí (y a casi todas) me ha cagado la cara cada vez que un jefecillo me ha “piropeado” como una gracia y he tenido que morderme la lengua porque era “mi superior”. Eso es un abuso de poder, porque como subordinada te tienes que joder y callar, o a la puta calle. Y es una mierda como un piano que se insista en esa clase de gracietas en televisión, porque continúan perpetuando el esquema viejo-verde-acosa-a-joven-de buen ver-y ella sonríe-porque no le queda otra. No te elogio como profesional, te miro las tetas y la audiencia se parte la caja. Qué gracioso.




Transcribo un párrafo del texto de Kolontai, escrito, insisto, hace un siglo:


 “Maldigo mi cuerpo de mujer; por él no veis en mí otra cosa, algo más precioso.” (…) Y esta protesta, bajo una u otra forma, la repiten las heroínas de cualquier nacionalidad. Incluso el alma sencilla de la Tatiana de Gorki protesta ya contra una actitud que quiere hacer de ella un mero instrumento de diversión. “Me habría tomado… Y yo no quiero, no puedo así, sin corazón… como un gato… ¡Qué agobiantes SOIS todos!...” Cuanto más decantada es la personalidad de una mujer, más se siente “ser humano, más intensa es para ella la ofensa del hombre que, por su mentalidad formada en el curso de los siglos, no sabe advertir, en la mujer deseada, el individuo que despierta.(…) “Nada deseo con tanto ardor como encontrar a un hombre a quien no quisiera abandonar”, dice Maya.”

Cien años, y no han aprendido NADA.

Yo misma me encuentro más veces de lo que quisiera, distanciándome de hombres a los que aprecio por que “qué agobiantes SOIS todos”, harta de sentir que la primera, la segunda, y tal vez la tercera razón por la que algunos me buscan (y no soy ninguna Scarlet Johanson, solo una mujer normal) es para acostarse conmigo. Si no cuela, bueno, seguimos tan colegas, pero el fondo está ahí. Saber que eso es lo que primeramente les interesa de una (de mí, de todas), porque somos ante todo cuerpo sexual, cosa, y luego si acaso, persona.

Las mujeres profesionales son tetas y cara agradable, y luego, si acaso, profesionales. Y en última instancia, con suerte, personas. Y ellos lo novelan y lo televisan y nosotras lo padecemos cada día en nuestras psiques y en nuestros cuerpos. Y nos harta y nos agota y nos llena de ira. Y ellos no se enteran.


Ya lo dijo Kolontai hace cien años: “Los hombres no suelen comprender lo que nos asquea de ellos”.

No lo suelen comprender, porque no escuchan, porque no quieren escuchar. Porque es más fácil seguir haciendo las gracietas de siempre y si nos joden, decir que somos nosotras las que no tenemos sentido del humor. Como si, parafraseando de nuevo a Kolontai, las relaciones intersexuales (entre los géneros, diríamos hoy) no influyeran fundamentalmente sobre el resultado de la lucha entre las clases adversas.

Ella, revolucionaria rusa hace un siglo, padeció la misma basura de los comunistas de entonces, lo denunció ayer y lo denunciamos ahora, pero, hale, machirulos de izquierda y de derechas, seguid mirándoles las tetas a vuestras compas de curro y militancia, y luego anarcomachos y machistas-leninistas, seguid clamando “revolución, revolución” en vuestras asambleas con vuestra izquierdosidad de palo, pero luego no digáis "es que yo no lo sabía".