Resulta difícil escribir algo
nuevo sobre el caso de la joven violada en grupo durante la feria, tanto se ha
dicho y tan poco se ha escuchado. Nosotras si, escuchamos, pero el resto del
mundo se muestra indiferente, despreciativo, ante la violación y posterior
archivo del caso, porque ya está demasiado extendida la idea (el virus machista)
de las denuncias falsas como para darle importancia al tema. Al fin y al cabo
en ciertos lugares del mundo sucede a cada rato (la violación en grupo es casi
una tradición en la india, y el mundo no hace nada al respecto) y las mujeres
no hacen tanta alharaca… si es que cómo somos las feministas blancas
occidentales, unas exageradas histéricas etnocéntricas.
Así que me hablaré a mí misma y a
vosotras (y a los dos o tres que por ahí quedéis con conciencia y alma) desde
lo que vivo y viví, aunque solo sea porque necesito nombrar y escucharme,
porque necesito sentir que al menos entre nosotras nos escuchamos.
Mi segunda agresión sexual fue
por parte de un compañero de piso y de trabajo, me desperté con él encima de mí,
en mi cama, intentando metérmela mientras dormía. Pesaba demasiado el pedazo de
mierder como para conseguirlo sin despertarme así que no logró su objetivo
porque le solté dos hostias y monté un escándalo que despertó al compañero de
al lado. Aun así, el cerdito machote durante semanas me acosó en el trabajo y
tuve que dejarlo, el trabajo y la casa a la vez, quedándome de pronto sin techo
y sin medio de vida, porque un tipo había decidido que el roce hace el cariño y
que compartir horas equivalía a compartir cama, así sin más. Y si, dejé el
trabajo porque cuando pedí ayuda un compañero me respondió que un hombre nunca
viola a una mujer, que es imposible penetrarla sin consentimiento, que nosotras
sabemos cómo “cerrar el paso”. Alucina, toma pandilla de cromañones… Y dejé el
trabajo porque mi inmediata superior consideró que no había pruebas para tomar
acciones contra él (yo no buscaba represalias, solo protección, me hubiera
bastado con que nos cambiaran de sección) así que a la puta calle, en todos los
sentidos. Y de ahí la cuesta abajo durante un tiempo, y luego la remontada, y
ahora venga, las heridas se curaron pero ahí quedan las cicatrices, de
recordatorio perpetuo. ¿Resentida? No: agredida y superviviente. A ver qué
haces ahora con eso, rica, con tu pan te lo comas, que al resto del mundo le
importa tres cojones tu herida y las de todas las demás.
Una amiga me culpó a mí de la agresión, por vivir con un hombre desconocido. Vivir con un compañero de trabajo supone una provocación sexual, según parece. Ellos viajan solos, hacen coach surfing, usan blablá car, comparten piso y nadie les acusa de ir buscando guerra y agresiones por guarros y poco precavidos. Pero no te quejes, mujer, que entonces te llaman resentida. Se amable, sonríe que la vida son dos días y aquí estamos para disfrutar, relájate mi amor.
Anoche salí un rato con un tipo,
le conocí charlando en el paseo marítimo, nos dimos los teléfonos y ayer me
llamó para una cervecita. Todo bien. Caminando me toma la mano, la retiro,
insiste, la retiro, insiste. ¿Qué coño pasa? No es no. Ya está. Así que le dejo
y me voy con mis amigas y llevo recibidos cuatro sms y dos llamadas en las
últimas doce horas, solicitándome. ¿Qué siento? Acojone. Siento que haga lo que
haga la cagaré, que si me muestro honesta y tranquila tomará mi calma como
docilidad y seguirá dando la brasa, que si me pongo borde se envalentonará y
tendré las de perder, que si le ignoro se frustrará y redoblará su insistencia.
Impotencia. Solo me tomó la mano, y ya me agobio. Porque ya me ha sucedido
antes, es solo un roce en las tetitas, es solo un pellizquito, es solo una
polla intentando abrirse paso entre tus piernas mientras duermes. Miedo.
Volver de cañas con las amigas y
encontrarte a un menda meneándosela en la calle entre dos coches mientras te
mira, y ni un alma en la calle. Elegir la ruta más transitada aunque tengas que
caminar el triple. Gastarte un pastón en taxis para que te dejen en la puerta
de casa aunque te apetezca caminar a la fresca, que la noche está bonita.
Decirle a un tío que no te gusta el sexo anal y que te llame inhibida, follar
tan campante y que te llamen puta. Pedirle a tu amigo que pare porque no te
gusta y que el tipo te llame calientapollas, y pretenda seguir. Y volver a
pedírselo y que siga, y su mirada dice “estoy en mi derecho porque te lo has
buscado” y sus palabras dicen “no me jodas ahora, tia, acabaré lo que empezamos
así que no te pongas tontita” y duele y estás sola y tienes dos opciones,
resistirte, y que duela más (porque el tío te saca una cabeza y dos anchos y
pesa el doble que tú) o cerrar los ojos y contar estrellas y volver a casa sin
llorar siquiera porque te dices a ti misma que no ha pasado. Y no le cuentas a
nadie y lo olvidas, y diez años después por algún resorte de la mente lo
recuerdas, y le cuentas a tu pareja y por fin lo nombras: violación. Pero la
ley no lo considera así, incluso con un video y desgarros vaginales y anales
los dejaron marchar y los jalearon y aplaudieron y ella cómo estará, qué
sentirá, cómo volverá a mirar a los ojos de un hombre si la sociedad en pleno
convierte a los machos de mierda en lobos feroces porque nos dejan indefensas y
humilladas, y solas.
Leo en internet: “Se os va la
olla, una violación es con violencia, no acabar una relación iniciada por ambas
partes y entre adultos” y alucino. Creen que tienen derecho a acabar lo que se
empieza, tienen carta blanca, no importa lo que nosotras queramos. Y hasta los
más buenos se ausentan del debate: muros de mujeres llenos de indignación y
dolor, posteos a cientos en Facebook, todos de mujeres, ¿Dónde están los
hombres apelando a otros hombres, dándose como referentes, clamando “no, no
somos así, no aceptamos esto, renuncio a mis privilegios y me incluyo entre el
género agresor y me desmarco de él y os digo a la cara lo cerdos que sois y a
vosotras os decimos que estamos a vuestro lado”. No dicen nada. Hablad,
compañeros (si es que lo sois) porque a nosotras no nos escuchan, ¿por qué no
habláis vosotros? ¿Por qué no?
Y mientras tanto, mujeres son
vendidas en mercados, niñas raptadas por barbudos alucinados, mujeres y niñas
prostituidas contra su voluntad, cuarenta y dos mujeres asesinadas en lo que va
de año, solo en España, si no me fallan las cuentas, cuántas más en todo el
mundo, cuántas violadas y repudiadas, cuantas cometiendo suicidio después de
haber sido abusadas, cuantas niñas que cuando se defienden de una agresión son
castigadas, cuantas golpeadas que no se marchan porque no tienen donde ir ni
quien las ampare, juzgadas por tontas por una sociedad que las
arrincona junto al agresor.
Nos hemos vuelto locos, es una
sociedad demente, enferma de machismo, enajenada.
La religión volvió sucio el cuerpo y el goce, los sesenta nos devolvieron la libertad sexual (¡a follar, a follar, que el mundo se va a acabar! Hoy te la como y mañana, si te he visto, no me acuerdo, qué modernos somos) y hoy, siglo XXI, no hay coches que vuelan ni viajes al espacio, la postmodernidad nos trajo internet y badoo y la píldora y el quiqui casual y el mercado de los cuerpos, y la violencia machista ensucia de nuevo el sexo en un espejismo de libertad y folleteo, cómo mola.
Sueño con otra realidad más
limpia, menos enferma. Y si la justicia actuase… Y si los hombres hablaran… Y
si las mujeres dejasen de castigar a otras mujeres por su aspecto, su conducta,
sus palabras… Y si supiésemos como actuar sin sentir miedo ni culpa… Y si las
almas volvieran a su lugar, dentro del cuerpo, y las corduras a su sitio, en
las cabezas, en las legislaciones, en el sentido común, en la cultura… Y si…
… Y si las mujeres fuésemos por
fin cuerpos (con todo su derecho pleno) y no cosas. Cosas violables.
La humanidad de las mujeres,
secuestrada. Solo nos queda seguir tomándonos de la mano, abrazarnos unas a
otras, cerrar los ojos, respirar, y seguir transformando.
Adelante, hermanas, adelante, no
nos queda otra. Adelante.